Escaleras de caracol/Spiral stairs, Laura Andrea de Alba
Nouvelle finaliste du Prix Energheia France 2023
El Saint-Lazare de las seis de la tarde es como un sistema de relojería aceitada. Los ríos de gente fluyen hacía las diferentes líneas de colores sin un orden aparente pero en perfecta sincronía. Los viajeros conocen su camino, los recovecos, los pasajes y las esquinas que hay que tomar o evitar. El tic-tac se entorpece sólo de forma ocasional cuando algun primerizo intruso avanza muy lento por detenerse a mirar los confusos letreros que a veces te hacen darle dos o tres vueltas a la estación. Yo creo que los han colgado así a posta. Para evitar a los extraños. Las escaleras mecánicas suben y bajan a lo largo de las numerosas plantas del urbano hormiguero. Los trenes a Orléans, a Chamipgny, a Normandía y a Dios-Sabe-Dónde vienen y van cargados de trabajadores y estudiantes porque en St. Laz uno rara vez ve turistas. Porque para eso están la línea uno o la seis. Porque por St. Laz transitan los prisioneros de sus rutinas.
The six o’clock Saint Lazare is a sharp clockwork mechanism. The rivers of people flow towards the multiple colored lines without apparent order but with perfect synchrony. The travelers know their way, the nooks, the passages and the corners one must avoid or take. The tic-tac is occasionally dulled only when some intruding novice walks too slowly for looking at the confusing signs who sometimes force you to walk around the station two or three times. I secretly believe they put it that way on purpose. To avoid strangers. The mechanical stairs go up and down through the numerous levels of the urban anthill. Trains to Orléans, to Champigny, to Normandy and to God-Knows-Where come and go loaded with workers and students, because in St Laz one seldom finds tourists. Because for that one has line six or line one. No, through St Laz transit the prisoners of their own routines.
“¿Sabías que Cortázar llamaba al metro la gran araña?” solté de pronto.
“¿Qué?” preguntó él de pronto un tanto desconcentrado por mi comentario. Él también estaba ocupado persiguiendo algún razonamiento. Lo sorprendí mirándome con ojos reflexivos. Sus pupilas estaban sobre mí, pero su mente estaba en otra parte, por un instante me pregunté dónde. Mis palabras lo despertaron de su ensimismamiento.
“La gran araña” repetí. No respondió. Creo que se estaba acostumbrado a mis referencias un tanto random. Simplemente decidió escuchar mis palabras y darles su propio significado. Me encogí de hombros, no tenía demasiada importancia, lo dije porque fue lo primero que cruzó mi cabeza al observar las filas de hormigas-hombre que avanzaban aún en los diferentes pasillos. Yo también era a veces una hormiga-chica de vez en cuando y me dejaba llevar por esta corriente colectiva sin darle demasiado pensamiento, sobre todo cuando volvía a casa de la universidad. Era más fácil fluir con la corriente eléctrica que resistírsele, pero en los días como hoy en los que no tenía prisa por ir a casa me fascinaba salirme y observar. Harry también era así.
Seguí su mirada melancólica que se perdía ahora en el lugar del señalamiento de los Transilien. Intuí que Harry en su vida había tomado un Transilien y dudaba mucho que fuera una experiencia que quisiera adquirir justo ahora. Me pregunté que sería lo que lo tenía tan distraído esa tarde. Sin embargo reconocí el dolor en su mirada, yo había mirado así no mucho tiempo antes. Un corazón roto.
ª
El ruido de mis tacones resonó en las piedras con más escándalo que de costumbre. Hoy no me importa llamar la atención, esta noche no me apena que la gente me mire. Quiero que me miren, que me admiren. Las botellas que vaciamos un par de horas antes a un lado del Sena se han llevado la timidez que tanto me atormenta. Hoy no tengo control, no hay frenos, no hay límites. Así me sentía. La obscuridad del club con sus luces y su humo es como una segunda droga y el ritmo de la música se sincroniza con los latidos de mi corazón acelerado. Es un estupor que embota todos los sentidos y la vista no funciona más que en parpadeos de luz. Un haz verde y un ojo, una nariz. Un haz rojo y la curva de un seno, una sonrisa carnosa. Y los ritmos latinos, y los tacones. Un haz violeta y unos brazos anónimos que me atrapan la cintura. Otro haz verde y mi cadera que se balancea al ritmo del merengue, los labios anónimos que se arrastran sobre la piel de mi cuello. Un escalofrío. Otra vez negro. Los labios que aprisionan los míos, que no oponen resistencia porque no les queda fuerza. Más balanceo. Más besos. Más indiferencia.
No sé cómo me liberé de sus tentáculos. Quizás dije que iba a buscar un trago, más estupor. No me acuerdo de su cara. No sé dónde están mis amigos, o bueno, la gente con la que vine. Creo que perdí mi teléfono y seguramente también mi dinero. A lo mejor está adentro en alguna parte, no me atrevo a ir a buscarlo. Por eso mis tacones están haciendo ruido en la dirección contraria.
No sé en dónde estoy ni hacia dónde voy, mis entorpecidos sentidos solo me alcanzan para concentrarme en no caer. Tengo frío. No sé dónde está mi abrigo. Una gélida ráfaga me despierta como un cubo de agua y el ahogado ruido que en consecuencia escapa de mi garganta me hubiera avergonzado aún en mi estado. Pero no había nadie frente a quién sonrojarse. Estaba sola y no sólo en esta calle desierta. Instintivamente mis brazos se doblaron para cubrirse y me fallaron las rodillas, me hice un ovillo contra el frío empedrado y recordé todo lo que había desesperadamente intentado olvidar. Y entonces lloré.
ª
I am here once again, I don’t know how to stop this; it burns me down, it tears me apart and I can’t take it. I am tired, jaded, exhausted. I hate you, you and your blond hair, you and your joyful laugh, you and your pretty eyes with their calm gaze as if you knew everything when you know nothing.
I am here once again and it’s your fault because you came and made my walls fall down and my world crumble. And then you left. You made me ask questions I didn’t wanna ask. You made them anyway and you left without the answers, because you didn’t think we were worth it. You didn’t think I was worth it. And so, you left, you left me behind.
So go ahead and walk your way.
ª
Querido M,
Dear M,
Hoy intenté escribirte otra vez. No pude ligar las palabras, no fluyeron como lo hacen siempre. Debes estar harto de mis cartas, yo lo estaría. Es por eso que no las envío, pero las siento, con tanta fuerza que debes sospechar su existencia. Sin embargo aunque lleven tu nombre yo soy el destinatario.
Today I tried to write to you again. I couldn’t link the words, they didn’t flow as they always do. You should be fed up of my letters, I would be. Which is why I don’t send them, but I feel them, so strongly you must suspect their existence. But even if they’ve got your name, they are addressed to myself.
¿Recuerdas esos días en los que decíamos que estábamos distantemente juntos? Nos robamos esa frase que Google decía que era de Cortázar y la hicimos nuestra, aunque por más que buscamos nunca la encontramos. No es ira lo que siento; es una nostalgia que quema, que lastima. Me recorre de la cabeza a los pies, me llena los poros, palpita en mis venas y desciende en cada hebra de mi cabello, mis cejas y mis pestañas y traviesa, se escapa de mis ojos con indiscretas lágrimas y de mis pulmones con suspiros lastimeros. Y me avergüenza.
Do you remember those days when we used to say we were distantly together? We stole that phrase Google said was from Cortázar and we made it ours, though as much as we looked through the pages we never found it. It is not anger what I feel; it’s a nostalgia which burns, which hurts. It runs through me from head to toe. It fills my pores, it beats in my veins and goes down again in every strand of hair, eyebrow and eyelash, and it escapes through my eyes as indiscrete tears, and through my lungs as a doleful sigh.
Me avergüenza extrañar tus pupilas, tus palabras, nuestras palabras, los besos que nos dimos y los que no nos dimos y tenerte tan clavado en el alma, y no aceptar tu partida, querer olvidar nuestra despedida. Porque no tuvimos tiempo. Porque los días las semanas y los meses se escurrieron entre mis dedos como la arena de las playas a las que nunca fuimos. Y aun ahora intento asirme al recuerdo de tu roce, de tu toque, de tu aliento; al sonido de tu voz; de la sensación del viento en mi pelo ese día que volamos libres bajo la última luna de febrero. Porque aún eras mío, porque aún deberías serlo.
It embarrasses me to miss your pupils, your words, our words, the kisses we shared and the ones we didn’t and to have you nailed in my soul, unwilling to accept your loss, wanting to forget our parting. Because we didn’t have time. Because the days, the weeks and the months slipped through my fingers like the sand from the beaches we never went to. And even now I try to hold on to the memory of your touch, of your breath, to the sound of your voice, and the sensation of the wind in my hair that day we flew free under the last February Moon. Because you were still mine, because you should still be.
Tuya,
Yours,
Sofía
ª
Quedarse, irse, quedarse, irse, … una repetición como un mantra, como deshojar una margarita, como el toc-toc de una puerta: inofensivo al principio e insoportable al tiempo, a la espera de una acción, de una respuesta; un martilleo en las sienes. Todo era mucho más fácil cuando no había decisiones que tomar
Quedarse o irse. Tan fácil de hacer, pero tan difícil de escoger. Cada célula de mi cuerpo extrañaba las viejas rutinas, las caras conocidas y la naturalidad con la que todo fluía siempre, sin tener que verificar mentalmente una conjugación o una pronunciación antes de pagar en el supermercado. Por supuesto que extrañaba a mi familia y a mis viejos amigos.
Volver estaba fuera del juego; ya no era una opción. Volver era un fracaso; no para el mundo, la universidad ni mi currículum. Era fallarme a mí misma. Pero no era solo orgullo lo que me mantenía aquí. Nada sería lo mismo nunca. Mis amigos habían ido a diferentes escuelas y conocido otros amigos con los que iban al cine, al parque. Mi familia había conseguido nuevas rutinas de las que yo solo formaba parte a las cuatro de la tarde dos o tres veces por semana cuando me llamaban antes de comer y cuando yo ya me disponía a irme a acostar.
Pero sobretodo, yo no era la misma que se subió a ese avión en agosto del 2011. Mis ojos miraban de manera distinta eran como una cámara que había cambiado de filtro. México sería tan desconocido como Francia; la diferencia es que hay pocas cosas más duras que sentirse extranjero en su propia tierra. Lo había experimentado el verano pasado y solamente había vuelto durante un par de meses.
Si algo conocía de mi misma es que una vez apaciguada la nostalgia y una vez reintegrada a mi rutina me consumiría otra vez la curiosidad y el deseo de explorar lo desconocido. Si volvía no sabía si tendría otra vez la oportunidad de partir y me reprocharía el resto de mi vida el tiempo perdido.
Volver no era una opción, pero luchar era agotador.
ª
“Necesito hablar” Miré un tanto sorprendida el SMS después de dar un vistazo al reloj de mi teléfono que marcaba las 5:17 de la mañana. Aude no era de las que estaban despiertas a estas horas.
“Saint-Michel en 25 minutos” fue mi respuesta
Parecía un embrujo, en continuidad con aquel episodio tan surreal que acababa de experimentar. El cielo era aún de un negro cerrado pero las estrellas titilaban cada vez con menos intensidad, anunciando la proximidad del Sol. El Sena era una fiesta de reflejos de luz que bailaban al vaivén del río. Seguía sin ver ni un alma y la Luthece de antes del alba era solo para mí. Decidí caminar un poco mientras esperaba.
Pasados veinte minutos volví sobre mis pasos para llegar a mi extraña cita matinal con Aude, me tomaría otros 20 minutos volver, iba a llegar tarde; pero Aude también, así que las dos estábamos a tiempo y por eso no me tomé la molestia de apresurar mis pasos era un esfuerzo que no iba a ser necesario.
“Tu m’as pas attendu lontemps, du coup?”
“Non, t’inquiète pas, j’ai marché et reflechi. Paris est une fête” dije y no pude evitar soltar una risilla de complicidad conmigo misma.
“De quoi ?” preguntó ella un tanto desconcertada.
“No es nada” respondí con un ademán de mano. “Anda, vamos a buscar una bonita banca antes de ir al grano”.